En el imaginario colectivo permanece la idea de que la Inteligencia Artificial es una tecnología NIVEL NINJA y que cuenta con superpoderes. Además, parece que esta nueva autoridad digital con capacidad para hacer cosas "imposibles" está revolucionando la economía global. En este contexto, los alquimistas de nuestro siglo se han dejado persuadir por estas nuevas facultades, y en ocasiones, han cometido el error de sobredimensionar el talento de la IA.

Enseñar a que las computadoras aprendan es espectacular, no lo niego, pero la idea de Inteligencia Artificial que nos han inoculado, a veces, no es real. La IA puede ser una tecnología muy eficaz para aplicar en entornos empresariales, pero no es infalible y tiene sus particulares criptonitas.

Es cierto que la Inteligencia Artificial es muy versátil y no tiene casi límites. Es una tecnología muy elástica, adaptable y evolutiva. Es cierto que esta flexibilidad y variabilidad es su gran fortaleza a la vez.

Al igual que el insecto palo la IA se camufla muy bien en diferentes entornos, no la ves pero está ahí. Puede desenredar nudos complejos y apostar anclajes en diferentes puntos de la operativa empresarial para edificar negocios más sólidos.

Es cierto que tiene algo parecido a un "superpoder", pero es ciencia y está reñida con la brujería; así debe ser.